viernes, 24 de julio de 2009

Mamá, quiero ser sociólogo.


Así, sin más. Que al bueno de Cipriano ahora le ha dado por ser sociólogo, o lo que no es lo mismo, por estudiar sociología. Ahora, con sus cuarenta y tantos, se va a meter en esos berengenales...

Pues la verdad es que sí. Y, frivolidades aparte, me lo he pensado bastante. Probablemente eso de la búsqueda del conocimiento es algo que ya sólo se usa en las declaraciones oficiales, pero para algunos sigue siendo una necesidad, como para otros escribir, pintar, hacer deporte o viajar a lugares exóticos. Como nunca he creído en la otra vida, pienso que una de las mejores maneras de aprovechar ésta que tenemos es buscar algo de luz en la maraña de intereses y vanidades en la que nos ha tocado vivir. Afán de aprender, búsqueda de alguna certeza, vestigios de aquello que dio en llamarse autorealización... no sé como llamarlo. Pero el caso es que, ahora, por fin, estoy dispuesto.

Y, ¿por qué sociología? Quizás porque nunca me han atraído mucho los números exactos, o porque, en mi condición de eterno resistente, siempre he pensado que el primer paso para cambiar algo es conocerlo y comprender como funciona; y, desde luego, si hay algo que necesita un cambio urgente, éste es sin duda el entramado de relaciones económicas, afectivas y de opresión y poder que los humanos llamamos sociedad. No me gusta nada el mundo en el que vivo, el sistema que se me ha impuesto, y quiero hacer todo lo posible por contribuir a crear otro más justo, más libre e igualitario y para ello el conocimiento del que hablaba antes se me antoja fundamental.

El único problema es que me va a tocar empezar uno de esos grados nuevos del dichoso Plan Bolonia. No deja de ser una ironía que después de manifestar mi más rotunda oposición a semejante agresión mercantilista a la educación superior, ahora tenga que ser uno de los primeros en probar uno de sus planes de estudios. Pero, en fin, no siempre se puede elegir en qué condiciones se hacen las cosas.

Total, que en cuanto abran el plazo iré a la UNED a matricularme. Deseadme suerte.

jueves, 23 de julio de 2009

Reempezar


Tampoco es para tanto. Al fin y al cabo a todo el mundo le pasa. Empieza uno algo y luego el tiempo, las obligaciones, la desgana, que se yo... tantas cosas; hacen que lo iniciado se quede en eso, en simple inicio. Algo así le ocurrió a este blog.

Pero desde hace unos días me dio por abrirlo y releer lo escrito y, la verdad, no me pareció tan malo. Bien es verdad que estoy de vacaciones y eso siempre da para recapitular sobre algunas cosas, así que es posible que cuando las responsabilidades vuelvan a apretar “mi paredro” retorne a la oscuridad y al silencio.

También he pensado que como, a día de hoy, colaboro en algunos otros sitios; este espacio debería quedar reservado para recoger los aspectos más personales del acontecer, el pensamiento y las emociones del diario. En ese sentido mi paredro, ese extraño ser creado por el maestro Julio Cortázar como expresión de ese otro yo latente en cada uno de nosotros, pasaría a ser el alter ego de el yo íntimo y cotidiano, algo así como un alma menor, humilde y un poco tímida que ocupa un rinconcito aparte dentro de la “confederación de almas” de la que hablaba Tabucchi en Sostiene Pereira, pero que también necesita de un espacio sencillo en el que dejar oír su tenue voz.

En fin, que no prometo regularidad, ni transcendencia; tampoco objetividad, ni rigor. Más bien el escribir a vuelapluma, con simplicidad y grandes dosis de honestidad. A quien se encontrare este espacio en su camino por la red, sólo advertirle de que ya sabe a lo que se arriesga.

Un saludo.