
lunes, 28 de febrero de 2011
Diario intermitente 28-2-2011

lunes, 10 de enero de 2011
Diario intermitente 10-1-2011

No veo por qué he de negarlo. Nunca he sido muy aficionado a eso de los diarios. Ni a escribirlos, ni a leerlos. A pesar de lo morboso que, al parecer, resulta tomarse el trabajo de meter la nariz en la cotidianeidad de otra persona, tan insignificante, tan extraña, tan de andar por casa como puede ser la de uno.
Y, sin embargo, aquí estoy. La culpa o la inspiración o el rayo de luz, como siempre, es de ella. Esta vez en su forma de espejo, de superficie clara y diáfana en la que consigo verme reflejado con mayor exactitud que cuando dirijo la mirada hacia mí mismo. La cosa vino a ser más o menos así: en mitad de una conversación sobre un tema cualquiera, el tema no importa, ella iba desgranando los eslabones de una cadena de inquietudes, dudas, reticencias que se iban engarzando hasta formar una visión del mundo real que, a modo de resumen, calificaba de “pesimista”. Mientras la escuchaba, mis propias angustias, mis anhelos, mis visiones fragmentarias y, las más de las veces, inconexas salían a la luz, como brotando de aguas aparentemente estancadas que sólo podían encontrar cauce a través de sus palabras. Entonces sentí la necesidad de afrontarlas, de darles algún tipo de forma que me permitiera buscarles una solución o, cuando menos, de convivir dignamente con ellas. De ahí al ejercicio que hoy comienzo no había más que un paso.
No será éste un diario al uso. No considero que mi vida cotidiana esté tan poblada de acontecimientos como para que merezca ser puesta por escrito. De ahí lo de la intermitencia. Pero sí siento la necesidad de establecer un mínimo sistema, sencillo y útil a la vez, en el que plasmar las dudas, las vacilaciones, las esperanzas y las pequeñas tragedias que el acontecer ordinario del mundo en el que habito, a veces vulgar y otras enigmático, en ocasiones amable y en otras cruel, va depositando en mí como el agua turbia al pasar por el cedazo.
La fecha de inicio también es arbitraria. Quizás hubiera sido más ortodoxo dar comienzo a lo que quiera que esto acabe siendo un primero de enero, o tal vez el día en el que empieza un nuevo año de mi vida, o incluso coincidiendo con un solsticio o un equinoccio. Pero las cosas nunca suceden de esta forma, los días señalados tan sólo lo son a posteriori y, como vino a decir alguien más sabio que yo, nada empieza por el principio sino desde algún punto intermedio. Así que la fecha rara vez tendrá importancia.
Queda por dilucidar una última cuestión: ¿por qué publicarlo?, ¿no sería mejor mantener en el anonimato este tipo de cosas como hace la mayoría de la gente? La objeción no es baladí. Yo mismo me la he planteado más de una vez antes de dar este paso y, sin llegar a certeza alguna, he acabado por hacer lo que me ha apetecido. Al fin y al cabo, eso suele ser la expresión más general de lo que se ha venido denominando con el nombre de libertad. Pero, sin menoscabo alguno de lo anterior, también me agrada pensar que este gesto es algo así como abrir una puerta. En una sociedad de habitáculos cerrados, quiero seguir creyendo en la posibilidad de que alguien, en algún lugar, en un tiempo que no tiene porqué ser justo ahora, pueda sentirse reflejado, aludido, identificado o tal vez cuestionado o interpelado por algo de lo que he escrito. ¿Y si, además, ese alguien tiene la solución, o al menos una pista, una indicación de comienzo de sendero, un algo...? En cualquiera de los casos, le ruego encarecidamente que no sienta el menor reparo en contestar, en decir lo que piensa, en poner por escrito aquello que me diría o se diría a sí mismo en una situación similar.
Tenga la seguridad de que será bien recibido.