domingo, 30 de agosto de 2009

La rabia.


¿No lo ves?, si es un resentido... Ya está, eso es que en alguna reunión hay alguien que, mandando al carajo el buen gusto y el protocolo, suelta un exabrupto contra el Estado, la religión o cualquier otra forma de ejercer la opresión que forma parte de aquello que se ha dado en llamar: el orden natural de las cosas. Y es que, ya se sabe... de resentidos está el mundo lleno. No sé si ustedes lo habrán escuchado alguna vez, yo muchas veces.

En cualquier caso, a mí siempre me da por pensar si ese orden de las cosas es tan natural como habitualmente se proclama. A lo mejor resulta que ese orden natural sólo se percibe a través de esas gafas de realidad virtual con la que la mayoría de la gente parece vivir y en las que todo se reduce a la carrera por consumir la mayor cantidad posible de bienes y servicios con la mierda de sueldo que me pagan, porque, al fin y al cabo hay que vivir y eso es lo que te llevas. Desde esa perspectiva cualquiera que tenga el valor de mirar a la realidad sin los consabidos anteojos es, indudablemente, un resentido.

Pero si fuéramos capaces de realizar el gesto heroico de atrevernos a mirar con los propios ojos, nos daríamos cuenta de que el único sentimiento digno de ser llamado humano cuando uno contempla el mundo real, no es el del resentimiento sino el de la rabia. Rabia por los niños masacrados, rabia por las mujeres y los hombres humillados y vencidos, rabia por las fortunas amasadas con sangre y sufrimiento, rabia por la complicidad de aquellos que elegimos para que nos gobiernen. Rabia, en fin, ante el cenagal de explotación, sangre, miseria y dolor humano en el que chapoteamos a la caza del coche nuevo o de la próxima versión del videojuego de moda. Entonces, es muy probable que el orden establecido de las cosas nos deje de parecer tan natural y también muy posible que, acumulando toda nuestra rabia, realicemos por fin el acto de justicia y amor que hace falta para derrocarlo y cambiarlo por otro donde, al menos, todas esas aberraciones no sean necesarias para poder vivir con dignidad.

Por eso, para mí, la rabia no es ese sentimiento odioso que de forma tan superficial etiquetamos como resentimiento. Para mí, como para Silvio, la rabia es mi vocación, y continúo luchando y escribiendo (que al fin y al cabo sólo es otra forma de combatir) para que sea también la vocación de muchas más personas, por lo menos de todos aquellos y aquellas que no se conformen con buscar un rinconcito acogedor bajo la égida de ese imperio asesino de niños.

martes, 18 de agosto de 2009

Kamchatka.2 (a vueltas con la libertad).




“La libertad, es la libertad de aquél que piensa distinto.” Rosa Luxemburg.

“Si la libertad significa algo es el derecho de decir a los demás lo que no quieren oír.” George Orwell.

Como se puede comprobar, las últimas lecturas aquí en Kamchatka siguen enredadas en el peliagudo tema de la libertad. ¿Resulta curioso, verdad?, precisamente ahora cuando todo el mundo tiene perfectamente asumido que vivimos o viven en un país libre (sí hasta los milicos hondureños, nadie se priva). Quizás por eso resulta más urgente recordar las palabras y el pensamiento de los dos resistentes que encabezan esta entrada.

Del segundo podemos rescatar hoy su afán de búsqueda de la verdad a contracorriente. Siempre desde una posición minoritaria y enfrentada no sólo a las clases dirigentes de su tiempo sino a las tendencias mayoritarias de los movimientos revolucionarios de su época fascinadas por el estalinismo. ¿Sabíais que su inmortal Rebelión en la granja pasó de editorial a editorial progresista sin publicarse porque no era políticamente correcta?

De la primera da cuenta su propia vida. Mujer, revolucionaria de una revolución traicionada por la socialdemocracia de su país (¿qué raro no?), perseguida, encarcelada... Y aún así contraria a cualquier tipo de totalitarismo, aunque éste proviniera de un proceso revolucionario tan cercano a sus propias ideas como el soviético.

Muchas vueltas ha dado el mundo desde entonces, o quizás no tantas, pero aquí en Kamchatka nos preguntamos cómo hay que enjuiciar el mundo en el que vivimos a la luz de estos ejemplos. Qué pensar de la actual ley de partidos española, o del Estado pseudofascista que campa por sus respetos en Italia, de la directiva de la vergüenza en la Unión Europea, de los centros de internamiento de extranjeros en nuestro país, del apaleamiento de estudiantes en la Cataluña del tripartito, de la violencia empresarial de los despidos masivos...

Pero además de pensar, también habría que plantearse qué hacer. Porque aquí y ahora, con urgencia, es fundamental organizarse y luchar por la libertad. Por la libertad de los que pensamos o piensan distinto, por la libertad que se basa en el derecho inalienable de decirle a los demás lo que no quieren oír.

Por lo pronto, en Kamchatka, estamos dispuestos/as a luchar y morir por ello.

jueves, 6 de agosto de 2009

Kamchatka.1


“El derecho de expresar nuestros pensamientos, tiene algún significado tan sólo si somos capaces de tener pensamientos propios.” Erich Fromm. El miedo a la libertad.

Aquí en Kamchatka andamos preocupados por ese “temilla” de la libertad. Como buenos resistentes, quizás algo clásicos, siempre creímos que el gran problema, el verdadero problema, estribaba en conseguir que la gente piense. Puesto que de resistir se trataba, lo más importante para conseguir que el número de resistentes aumentara era intentar encender la luz del pensamiento en quienes nos circundaban. Y así, pacientemente iniciamos la labor de zapa (recordad al topo de Bensaid) de derribar muros de silencio e inopia, procurando forzar a nuestros conciudadanos al sano y extraño ejercicio de razonar.

¿Cuál fue nuestro principal descubrimiento?

No fue, desde luego, que había gente que no pensaba como nosotros. Kamchatka es un territorio abierto, si hay alguna vacuna necesaria para vivir aquí es la vacuna contra el totalitarismo. Por lo tanto, no nos gusta que a nadie se le diga lo que tiene que pensar, aunque ese qué pensar sea el nuestro (creo recordar que Lenin decía algo parecido).

No, nuestro principal descubrimiento fue que la mayoría de la gente pensaba..., pero casi siempre lo mismo. Sacaras el tema que sacaras había un nutrido grupo de lugares comunes que aparecían con una recurrencia atroz. Tal país es una dictadura y su presidente un dictador aunque hayan convocado más elecciones que nadie, el problema del paro es que la gente no quiere trabajar, los inmigrantes son peligrosos y sólo causan problemas, estos (los mismos) son los buenos y aquellos (los mismos también) son los malos.

Consternados por el hallazgo, echamos mano de la biblioteca y dimos con el amigo Fromm. Antiguo él, seguidor del psicoanálisis, pasado de moda como el que más, pero interesante, muy interesante. Allí encontramos la cita que encabeza esta entrada. Además de una abundante y razonada argumentación que, partiendo de principios que no tienen porqué ser los nuestros, ahonda en la cuestión de que el problema de la mayoría de las personas no es que no piensen sino que no tienen pensamientos propios. Las causas: sociales, económicas, políticas..., es decir, las que conforman el carácter del ser humano moderno (hoy ya “repostmoderno”) de tal forma que, reducido al aislamiento y a la impotencia para crecer siendo él mismo, muchas veces no encuentra más salida que ser lo que la sociedad espera que sea, o lo que es lo mismo, pensar lo que la sociedad quiere que piense. Teniendo en cuenta que dicho análisis es, nada menos, que de los años cuarenta del pasado siglo y valorando que la presión ideológica dominante no ha hecho más que subir desde entonces, habría que preguntarse hasta que punto cada uno de nuestros pensamientos (sí, tambien de los que habitamos Kamchatka) es auténticamente nuestro. Porque si hasta se nos roba lo que conscientemente consideramos más propio (nuestros pensamientos, emociones y decisiones) entonces ¿qué nos queda?, o ¿qué queda de nuestra querida y democráticamente consagrada libertad?

Nosotros, los de Kamchatka, ya andamos indagando dentro de nosotros mismos porque queremos ser más libres. Para los que seguís ahí afuera, una recomendación: cuando vayáis a emitir una opinión, así a bote pronto, pensad primero si verdaderamente es vuestra.